lunes, 26 de octubre de 2015

Bebés, o ancianos

Es curioso como cualquier ser recién nacido, ya sea mamífero, ave o incluso un pez, sea de la especie que sea puede llegar a despertar en nosotros ternura, hacer sonreír y poner a flor de piel ese instinto de protección. A veces con tan solo mirarnos, y si esto no ocurre solo tienen que emitir cualquier sonido propio de los seres pequeños recién nacidos, que en seguida nos alertarán haciéndonos sentir ese impulso de protegerlos. La naturaleza es sabia y nos ha diseñado para que el recién llegado al mundo, no se sienta desvalido y pueda salir adelante al amparo de los adultos. Pero también no deja de ser curioso como este mismo instinto que nos sucede con los recién nacidos, nos aflora nuevamente con los más ancianos. Cuando vemos por ejemplo, una abuelita a la que le cuesta andar, no nos deja impasibles y nuestra tendencia es el ayudar, agarrarle del brazo para que ese andar le resulte menos insufrible. Esa mezcla de sentimientos, de querer ayudar y proteger al ser desvalido y de ternura a la vez, vuelve a despertar en nosotros, y esta vez acompañado de un sentimiento de respeto y admiración. La naturaleza nos ha diseñado para que también protejamos al más anciano, y también nos dice que lo respetemos, admiremos y escuchemos pues tienen mucho que enseñar... Esto igualmente nos sucede, no solo con humanos, también cuando observamos la avanzada edad o ancianidad de cualquier otro ser incluso un viejo árbol, como si ese abuelo tuviese que contarnos algo, y quizás lo tenga... Así que respetemos a todos esos seres, pequeños o ancianos, sean humanos o no, porque requieren de nuestra protección y porque nos aportarán sabias lecciones de esta vida también.





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