Su llegada no pasa inadvertida. Cuando regresan de sus cuarteles de inverno en áreas africanas, es común verlas sobrevolar en grupos las calles de las poblaciones rurales, y ciudades también. Y si existen cornisas con la suficiente altura y lejos de amenazas, instalarán un nido artesano de barro, o puede que reparen el que ya usaron y dejaron vacío el año anterior. Normalmente se reúnen en colonias, y es fácil observar en estas cornisas una hilera de nidadas adosadas. Son verdaderas alfareras, buscan zonas donde se acumulan limos y arcillas humedecidas, y poco a poco, viaje tras viaje, lo trasladan con sus picos hacia el nido. Meticulosamente forman o reparan un refugio semicerrado que ni el mejor arquitecto diseñaría. Tienen la consistencia y fijación suficiente para que aguante toda la temporada de cría, incluso algunos años más si está bien situado. Allí los polluelos de avión común, nacerán, se desarrollarán y permanecerán hasta que hayan crecido lo suficiente y se lancen al vuelo esa misma temporada.
Observar a los aviones comunes, en su laboriosa tarea de recoger el barro con sus minúsculos piquitos, y volver a por más material de construcción una y otra vez, es todo un espectáculo. Y observar una colonia de estas aves, entrando y saliendo, construyendo, reparando..., sus nidadas es digno de admirar. No entiendo como es posible que haya quienes derriben estos nidos porque simplemente no les gusta estéticamente en la cornisa de su casa. O porque según ellos molestan. ¿No seremos nosotros los que molestamos a ellos??
No hay comentarios:
Publicar un comentario